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Un tema tan extraordinariamente delicado como es el de la esclavitud a inicios del siglo XXI exige, especialmente en una obra de ficción, establecer con precisión y nitidez la línea que separa lo que es fruto de la imaginación y lo que emana directamente de una documentación contrastada.
De entrada, deve quedar de manifiesto que una institución tan vergonzosa que considera legítima la compra y venta de seres humanos sigue siendo aún legal en media docena la países pero se practica profusamente —pese a que formalmente esté prohibido— en un número cercano a veinte. Para la presente novela, escogí un continente —África— y dos países —Togo y Sudán— donde la esclavitud es una realidad cotidiana y harto documentada desde hace años pero con diferencias notables en sus manifestactiones. Mi intención ha sido mostrar que no todas las formas de esclavitud son similares —ni siquiera en el mismo continente— si bien cualquiera puede captar su carácter brutal e inhumano.
